lunes, 25 de abril de 2016

Serafín y Joaquín Álvarez Quintero: "Malvaloca"

Esta comedia pasa en un asilo de ancianos llevado por monjas, y Malvaloca es la típica mujer deshonrada con corazón de oro. Y también la típica andaluza con sal a raudales. O sea, lo propio para llorar y reír, que es de lo que se trataba, claro. La trama se basa en un símil entre la protagonista y una campana, llamada la Golondrina por los residentes del asilo, antiguo convento. Ambas suspiran por una nueva vida, ya que la Golondrina está rota y no suena como en sus mejores tiempos. Un curioso toque costumbrista este, por cierto: los lugareños andan en rivalidades con sus campanas como si fueran Joselito y Belmonte. Bien, pues Malvaloca también sueña con una reparación (no a lo Celestina, Dios nos libre, sino moral o espiritual), porque su antiguo novio la abandonó después de. Y hete aquí que aparece por el asilo Leonardo, empresario de fundición. Se imaginan, ¿no?, pues eso.

Jesús LCL

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jueves, 14 de abril de 2016

Josefina Aldecoa: “Mujeres de negro”




Aunque la obra da comienzo en plena Guerra Civil española, en “Mujeres de negro” el eje principal es el exilio. El «desgarro» de un exilio que fragmenta la narración en varias partes muy diferenciadas. Por un lado se encuentra el mundo del desaliento, de la muerte (del marido de Gabriela primero y de su madre después), de la escasez y «el ambiente hostil de una ciudad pequeña y envilecida por la mezquindad de unos y el miedo de otros ».

En contraposición aparecerá un resplandor de luz, una nueva motivación ante la vida, la suerte de haber podido encontrar una posición acomodada y un respeto de los otros del que antes se carecía. En definitiva, una apertura a los «aromas frescos y violentos».

La historia de Gabriela, una madre impenetrable con sus sentimientos, aunque aperturista hacia nuevas ideas sociales y religiosas, que nunca será capaz de pronunciar ningún reproche a nadie, se entremezcla con la de su hija Juana, quien cuenta su vida en primera persona y se convierte en protagonista absoluta de la tercera parte de la novela.

Asistimos a un relato con un lenguaje fluido, dinámico, sin retóricas ni artificios, muy comprensible en lo que se desea comunicar, pero no exento de crítica social e incisivo con respecto a la problemática educacional. Adaptado al devenir de los acontecimientos, el estilo evoluciona desde la frescura de los años adolescentes hacia una visión adulta, más filosófica y moral, ahondando en detalles personales y psicológicos que rememoran las vivencias lejanas contrastadas con la época actual. 

Al final de la obra, Juana reflexiona sobre la contraposición de los dos mundos y lo expresa de una forma bellísima: en España «había descubierto claves de una cultura que, a distancia nunca hubiera comprendido del todo….. la gente que había ido conociendo en distintas circunstancias me parecía generosa, resignada y, a la vez, altiva… España clausurada y sin embargo viva. Y luego estaba México, la tierra abierta, el refugio, la mano generosa tendida a los vencidos».

Y por último, la decisión que tomará Juana con respecto a su vida tiene un trasfondo  ético y reivindicativo indiscutible, reflejado magistralmente a través de uno de los consejos que le da su madre en un momento muy puntual: «Elige algo que pueda ser para ti el cimiento de tu existencia. Algo a lo que te puedas agarrar en los momentos malos, algo que nadie pueda quitarte. Las personas, los afectos pasan, pero tu profesión está ahí. Es como tu esqueleto que soporta tu cuerpo y te permite andar y moverte de un lado a otro, un delicado mecanismo que regula el equilibro de tu vida».

Josefina Rodríguez Álvarez (8-3-1926 La Robla, León / 16-03-2011 Mazcuerras, Cantabria) tomará su apellido artístico del escritor Ignacio Aldecoa, con quien estuvo casada de 1952 a 1969 y de quien tuvo una hija: Susana. Vivió en León y estudió Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid doctorándose en Pedagogía. Allí conoció a los escritores de la Generación del 50: Carmen Martín Gaite, Rafael Sánchez Ferlosio, Alfonso Sastre, Jesús Fernández Santos e Ignacio Aldecoa.
 
En 1959 fundó en Madrid el Colegio Estilo, donde quiso introducir nuevas ideas de enseñanza, entonces “impensables en la mayor parte de los centros del país”.

Sus novelas más conocidas: Los niños de la guerra (1983), La enredadera (1984), Porque éramos jóvenes (1986) El vergel (1988). En 1990 inició una trilogía de contenido autobiográfico con Historia de una maestra (1990), Mujeres de negro (1994) y La fuerza del destino (1997). En 1999 escribe Mujeres al alba, en 2002 el Enigma, en 2005 publica La casa gris (escrita en 1950) y su última novela en 2008, Hermanas.

En 2003 fue Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid; en 2004  Premio Castilla y León de las Letras correspondiente a 2003; en 2005, imposición de la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio y Premio Julián Besteiro de las Artes y las Letras;  en 2006, Miembro del Patronato del Instituto Cervantes, Medalla de Oro de las Bellas Artes, Premio Internacional de las Letras y Premio de la Fundación Cristóbal Gabarrón de las Letras.

Araceli de la Torre Yubero
Club de Lectura IES Delicias

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