miércoles, 30 de abril de 2014

José María Eça de Queiroz: "El primo Basilio"


Eça de Queirós, 1878


Nos encontramos, aparentemente, ante la típica novela de tesis sobre el adulterio femenino del siglo XIX. Digo aparentemente porque aunque la trama, en la primera parte de la novela se focaliza en los protagonistas; Luisa, una casada ociosa de la Lisboa próspera de mediados de siglo y su primo, el del título, que vuelve de Brasil, rico y con tufillo de aventurero noctámbulo y vividor, es en la segunda parte donde se revela el personaje que mejor la define, Juliana.

Para Luisa, entregada lectora de novelas románticas, Basilio, además tiene el brillo añadido de que conoce París, la capital del amor. Entre la oportuna ausencia de Jorge, el marido, y la pronta disposición de su hasta entonces felizmente casada esposa, a vivir su propia novela con el zafio de Basilio de Brito, ya tenemos el adulterio servido.

A José María Eça de Queirós o Queiroz, como también podemos verlo escrito (Povoa de Varsin, 1845 – París, 1900), algunos le criticaron que en esta novela toda la trama estaba al servicio de la lección moral sobre el adulterio femenino; demasiadas coincidencias para conseguir su propósito, como el viaje de varios meses de su marido, la oportuna muerte repentina de la protagonista, etc.

Lo que pocos pudieron criticar, sin embargo, es que la auténtica protagonista de la novela no es Luisa, ni desde luego tampoco Basilio. A partir de la segunda parte, será Juliana, la criada, la que deseosa de una vida más cómoda, en la que ansía emular a su patrona, dirija las riendas de la acción. Gracias a un afortunado accidente, comprueba la veracidad de sus sospechas, y consigue a través del chantaje más brutal, hacer que las tornas cambien poco a poco, y convertir a la dama en criada, y ella misma pasar de criada a señora que holgazanea mientras su antigua señora le plancha la ropa.

Como en toda su obra, es en las descripciones, la ironía y en los personajes secundarios donde reside la genialidad de Eça. Decía Zola que su maestro no era Flaubert, sino Eça de Queirós y no debía estar bromeando; hay una inagotable riqueza de tipos humanos en esta novela lisboeta. Tenemos a Ernestinho, prototipo de escritor con ínfulas, un personaje que se repite en casi todas sus obras; también las falsas beatas con una sensualidad a flor de piel como Doña Felicidade, adicta a la calva del Consejero y también al mismo Consejero Acácio, cuya forma de hablar hizo fortuna en el idioma portugués.

En resumen, una novela no redonda, pero sí llena de aciertos del gran patriarca de las letras del XIX portugués que nadie podrá dejar sin terminar de leer una vez traspase las puertas de esa mansión de la Lisboa mundana.



 Mariví Molinero (Economía)

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